Gente contemplando desde el balcón de las casetas la belleza del Puente de Triana engalanado o de Sevilla desde la otra orilla del Guadalquivir, formaban una estampa de lo mas costumbrista de las noches de la velá.
Las bombillas de la Plaza del altozano adornaban el cielo de Triana como antesala a la actuación que estaba por llegar esa noche.
Sobre las 22:30 de la noche ya no se cabía en la Plaza del Altozano. En ese ambiente, El Mani ofreció una actuación el día grande de la Velá de Santa Ana en el Barrio de Triana digna de los mejores trovadores. Cantó sus sevillanas de siempre, temas de su último disco y unos fandangos como pocos saben cantar, haciendo participe a un público incondicional desde el principio.
La gente bailaba en el antiguo arrabal de Triana al compás de sus sevillanas mas alegres y escuchaba con emoción cuando decidió soltar el micrófono para cantarle al público, de ahí hasta el final fue meciendo las sevillanas con un público totalmente entregado, disfrutando de una noche trianera.
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